Desde 1783 Salta pasó a ser la capital de la Intendencia de Salta del Tucumán, que comprendía además las ciudades de Jujuy, San Miguel de Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca con sus respectivas jurisdicciones. Allí residía el gobernador intendente, se encontraban las oficinas principales de la Hacienda y, como toda ciudad, contaba con el Cabildo, que era una instancia de poder local que representaba a la población del lugar.
“En la segunda mitad del siglo XVIII la ciudad de Salta vivía una importante dinámica económica basada en la actividad mercantil vinculada con la red comercial del Alto Perú y con el puerto de Buenos Aires. Se instalan en ese momento nuevos habitantes procedentes de España, entre ellos comerciantes y oficiales reales, así como población indígena y mestiza del Alto Perú, principalmente de la región de Chichas y Cinti. Según un padrón de 1778, el Tucumán colonial contaba con 126.000 habitantes y menos de un cuarto se encontraba en las urbes, siendo las ciudades más populosas Córdoba, Catamarca, Salta y Tucumán. La población de la ciudad de Salta superaba los 4.300 individuos”, explica la Doctora en Historia Bárbara Aramendi a LA GACETA. Y agrega que en los padrones de aquellos años, el curato rectoral de Salta se destacaba por poseer la mayor proporción de españoles con el 44,9%; en cuanto a los indios, que podían sostener una condición jurídica de libres o de encomienda, la cifra alcanzaba el 7%; los mulatos, zambos y negros libres un 22,4%; y el grupo de los esclavos que conformaban el 25,7%.
La ciudad de Salta era mercantil y cumplía un rol de tránsito central por su feria de mulas y sus pastos de invernada. Comerciaban además los llamados efectos de Castilla (telas suntuosas, agujas) y de la tierra (tejidos altoperuanos, vino, aguardiente, frutas secas y coca).
Según la docente e investigadora de la Universidad Nacional de Salta (UNSa) la colonial era una sociedad dinámica, políticamente conflictiva y diversa. “Debemos dejar atrás la idea de que en el período colonial ‘no pasaba nada’, muy por el contrario”, dice y amplía: “dentro de esta realidad el padre de Martín Miguel de Güemes, Gabriel, era oficial de la Corona, tesorero de las Cajas principales de la Real Hacienda y pertenecía a un linaje abocado al real servicio. Sus hermanos también se desempeñaban como oficiales de la Corona en la península; su madre, Magdalena de Goyechea, era miembro de una de las familias más encumbradas de la elite jujeña, llamados por su poder y presencia local ‘los infinitos’”.
Con la guerra se paralizó el comercio y la reacción de los grupos artesanales que trabajaban en los oficios más diversos fue despareja. “Algunos huyeron porque eran leales al rey y otros trabajaron en la causa patriótica porque su oficio se relacionaba con la guerra. Por ejemplo, los herreros confeccionaron las armas para abastecer al ejército”, expresó Emma Raspi, profesora adjunta de la cátedra de Historia Regional en la UNSa.
Las mujeres en la guerra gaucha
Algunos de los nombres de las mujeres que respaldaron la lucha por la independencia son hoy conocidos, como Martina Silva de Gurruchaga, María Magdalena “Macacha” Güemes de Tejada, Margarita del Carmen Puch de Güemes o Juana Azurduy. “Había mujeres en cada una de las diferentes actividades y cada una interactuó según su contexto. Había algunos rubros vinculados a las actividades de la guerra, como por ejemplo los sastres. Así, muchas mujeres confeccionaron ropa para el ejército. En mi investigación, por ejemplo, encontramos escritos en los cuales las mujeres reclamaban que se les debía dinero porque habían confeccionado camisas para todos los que participan en la guerra, pero no se les había pagado”, detalló como curiosidad Raspi.
Con respecto a los roles de la mujer en la independencia, Raspi, quien también brinda clases en la Universidad Nacional de Jujuy, reflexiona: “más que reivindicar el papel de las mujeres en la guerra gaucha, los historiadores tenemos que ubicarlas como objeto de estudio. Falta revisar los lugares que ocuparon en las distintas esferas del trabajo para ese período, porque los intereses de los investigadores siempre estuvieron puestos en las acciones políticas de la época. Hay mucha información para revisar y responder preguntas nuevas o con una nueva mirada”.